Oxitocinas: Fracasos para compartir
- Por FERNANDO ARANGUREN
- 21 abr 2016
- 2 Min. de lectura

-¿Puede una suma de individualidades conseguir el éxito? +Puede -¿Lo garantiza? +No -¿Y qué pasa cuando fracasa? +Pues, por lo general, que su repercusión, alcance y consecuencias son mayores que las derivadas del propio fracaso.
El sálvese quien pueda y la lucha de egos harán aflorar un sin fin de miserias internas sin más finalidad que descargar responsabilidades de unos sobre otros. Y así es como al fracaso suele sumarse la ridícula contemplación de un todos contra todos.
Reflexionaba sobre estas cuestiones, rememorando ejemplos conocidos y/o vividos; tras asistir al simposio ‘Cerebro social: ¿competir o cooperar?” organizado por la Academia de Neurociencia y Educación (ANE-Internacional), con su directora, Nieves Pérez, como ponente principal.
Acudí, en calidad de colaborador de ANE, como refuerzo logístico. Mi misión: cotejar la identidad y los datos de contacto de los asistentes y ejercer como fotógrafo. Afanado en esta tarea no pude tomar nota alguna, pero ello no me impidió estar atento a aseveraciones, corroboradas por los asistentes, de las que invitan a seguir reflexionando.
Los humanos alcanzamos una cuota mayor de satisfacción cuando somos capaces de trabajar en equipo, de cooperar y de ayudarnos unos a otros. Y ello ocurre incluso con independencia del nivel de éxito que obtengamos, pues en muchas ocasiones éste no reside únicamente en el resultado sino en la manera en que hemos peleado por él.
Porque la cooperación sincera, no ficticia, lleva implícitos valores de justicia en ocasiones, de altruismo en otras, o ambos a la vez, y de nobleza siempre. Y si es así, es cuando se puede hacer equipo también en el fracaso. No repartirlo, sino compartirlo. Será más llevadero, se superará antes y será más fácil resurgir de las cenizas.
La Neurociencia ha descubierto que un simple abrazo, intenso y afectivo, de apenas seis segundos libera en nosotros unos niveles de oxitocina que nos hace sentir mejor. En el cerebro la oxitocina está involucrada en el reconocimiento y establecimiento de relaciones sociales y en la formación de relaciones de confianza y generosidad. Nos abrazamos para compartir las alegrías y para consolarnos en el duelo en gestos muchas veces espontáneos que, por más sentidos y sinceros, los hace más efectivos, más reconfortantes.
Puede que llegue el día en el que, junto a nuestros conocimientos y experiencias, incorporemos en nuestro curriculum vitae un apartado sobre nuestra capacidad, validada científicamente, para generar confianza y generosidad (oxitocinas).
Mientras tanto me seguiré preguntando cómo es posible que en uno de los mercados de fichajes de talento más caros del planeta, como es el futbolístico, no conocemos de pruebas específicas sobre la psicología y el carácter de las ‘estrellas’, máxime cuando se trata de una actividad que necesariamente se realiza en equipo. Son ‘fichados’ por sus habilidades cuasi malabares con un balón en los pies, se les somete a un reconocimiento médico y listos. Y así pasa lo que tantas veces ocurre: que un grupo de brillantes individualidades no suman. Bueno sí, un fracaso sobre otro.
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